Lectores sensibles: ¿censura o inclusión?
Recientemente ha surgido en la escena editorial internacional la figura de los “lectores sensibles”, una suerte de corrector contratado para reeditar clásicos literarios o inéditos según las ideas inclusivas de época. Este nuevo rol editorial, que tiene como tarea rastrear palabras vinculadas a género, orientación sexual, razas y minorías que puedan resultar ofensivas, ha provocado numerosas líneas de debate.
En el marco del ciclo de charlas que organiza Télam, la moderadora Dolores Pruneda Paz invitó a definir esta nueva figura. Leonora Djament, licenciada en Letras y editora en Eterna Cadencia, señaló que “no tiene una respuesta definida” pero que no cree mucho en esta nueva profesión que se inventó en el hemisferio norte. “Me preocupa si ese lector sensible en realidad es un censor y en nombre de quién dictamina si hay palabras que se puedan decir y otras que no. Los lectores reales son absolutamente diversos. Habría que confiar un poco más en que saben poner en contexto y, en todo caso, poner notas al pie, prólogos, epílogos pero no modificar textos editoriales”, planteó Djament.
Por otro lado, Gabriela Adamo, exdirectora de la Feria del Libro y del festival literario Filba, señaló que “hay un problema de base que son los editores que no leen directamente, que leen a través de otra persona, que necesitan asegurarse de una especie de control de calidad del contenido”. En este sentido, el editor está eligiendo qué va a publicar o qué no, con el criterio que tiene su catálogo. Realiza un recorte, pero esto toma otro calibre cuando tiene que tercerizar ese criterio con el cual elige.
En Estados Unidos y Gran Bretaña, la polémica se disparó cuando clásicos como “Las aventuras de James Bond” o “Matilda” sufrieron alteraciones en sus reediciones. En referencia a qué pasa con estas decisiones, Djament puntualizó: “La literatura que vale la pena es la literatura que incomoda, la que hace pensar, que cuestiona el lenguaje, que siempre es un lenguaje alienado, cosificado. Hablamos y no pensamos las palabras que usamos”.
La función de los lectores sensibles permite pensar las formas de leer en la literatura. Sobre esto, Djament dijo que no hay que olvidar los niveles de lectura. “Si aparece una palabra que resulta ofensiva, lo que hay que preguntarse es quién la dice. ¿La dice un personaje que tiene una mirada discriminatoria? ¿Es es el narrador? O a lo mejor el ‘texto todo’ tiene una mirada crítica sobre ese personaje que tiene una postura discriminatoria”, cuestionó la editora de Eterna Cadencia.
La figura del lector sensible ha generado un amplio debate sobre si se trata de censura o inclusión, si es necesario alterar los textos originales o si se están vulnerando derechos como la libertad de expresión. En este sentido, es fundamental confiar en el lector y en su capacidad para poner en contexto lo que está leyendo. La literatura está para incomodar y cuestionar, no para ser dulcificada y uniformizada.
Al mismo tiempo, es importante tener en cuenta que vivimos en una sociedad que sigue siendo fuertemente discriminatoria, por lo que borrar los rastros de discriminación en los textos es creer que borrando esas palabras van a desaparecer. En cambio, lo que la literatura debe hacer es recordarnos que todavía nos queda mucho por avanzar en materia de inclusión y respeto a la diversidad.
En definitiva, es fundamental encontrar un equilibrio entre la inclusión y el respeto a la diversidad, y la libertad de expresión y la autonomía del escritor. La figura del lector sensible puede ser útil en algunos casos, pero nunca debe convertirse en una forma de censura o autocensura. La literatura siempre debe tener la libertad de incomodar y cuestionar.
Fuente: Telam